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Pedro Bonifacio Palacios

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Sin tregua

I

Al clásico del compás establecido
para cantar las cosas soberanas:
invocando al amor y al buen sentido,
musas que deben ser hermanas:
sin temer ni a la crítica del ruido
ni a la pereza y cobardía humanas:
voy a cantar mis versos al trabajo…
¡al sin tregua, al feroz, al a destajo!

II

Pero pido, por Dios, se me permita
no lanzarme de golpe a la faena;
porque mi viejo numen necesita
saber si su cordaje siempre suena,
como el yacán sus miembros ejercita
para bajar sin dudas a la arena:
las aves de gran vuelo alzan su vuelo
después de breves pasos por el suelo.

III

Preludio que, tal vez, me salga largo,
y como largo, fatigoso enredo;
pues, al coger la pluma me hago cargo
de que me impongo más de lo que puedo,
y de mi propia fama sin embargo.
No fío de mi fama y tengo miedo:
¡para la eternidad fiarme de un pase
quisiera lograr yo, con una frase!

IV

Podrá ser que me valgan: ansia firme
de producir el bien de cualquier modo;
más que afán ateniense de lucirme,
furor de semidiós de hacerlo todo;
más que la pretensión de redimirme,
la de bruñir y honrar mi propio lodo;
¡y el fervor masculino, temerario
de hurgar mi corazón, no el diccionario!…

V

¡Y me valieron ya!…gran llamarada
me llenó de saber sin más estudio:
templó mis fibras, afiló mi espada,
con sólo cuatro gotas de preludio;
y aunque las cuatro en si no valen nada,
las dejo como están, no las repudio.
¡Para dar sus mazazos más certeros,
sólo escupen sus palmas los herreros!

VI

¡Levántate holgazán!…¿ves el conjunto?,
la gloriosa verdad de las estrellas,
pues sabe que sin ti, sombra, trasunto,
dejarían de andar y de ser bellas;
¡porque basta que ceda un solo punto,
para verlas caer a todas ellas!…
¡Levántate holgazán: vibre tu pulpa,
peligra el universo por tu culpa!

VII

Nadie te dice, nadie, que no sueñes
y la luz de otros tiempos no vislumbres;
que sin haber subido te despeñes,
y a vivir despeñado te acostumbres;
que la visión angélica desdeñes,
de la paz que sospechas en las cumbres;
¡más de tus sueños de holgazán no hables!;
proque tienen que ser ¡muy miserables!

VIII

Aquel que se desploma en su miseria,
padece la miseria de si mismo…
en su nervio, en su músculo y su arteria,
desteje, desordena el raquitismo:
¡fiebre de destrucción, furor de histeria,
dinámica de sombra y cataclismo!…
¡Levántate chacal: deja tu acecho,
huye para in aeternum de tu pecho!

IX

¡Huye para in aeternun, en el carro
de los suspiros que al gemir exhalas!…
¡fuga, como una esencia de su tarro:
sueña, como una larva, con tus alas;
brota, como una flor brota del barro;
surge de tu dolor, lleno de galas;
ten una vez, hermano, la inmodestia
de pensarte más hombre que una bestia!

X

Llenate de ambición, ten el empeño;
ten la más loca, la más alta mira;
no temas ser espíritu, ser sueño,
ser ilusión, ser ángel, ser mentira.
La verdad es un molde, es un diseño
que rellena mejor quien más delira…
¿que la ciencia es brutal y que no sueña?
¡eso lo afirma el asno que la enseña!

XI

Naciste en el peldaño de una escala,
no en el seno confuso de una nube;
con el cetro en las manos, o la pala
pero raudo y audaz como un querube;
si no son los peldaños es el ala
que te despierta y que te grita: ¡sube!…
¡sube sin timidez, no te abandones;
si te asusta volar, hay escalones!

XII

Escalones vibrantes que repelen
con poderosa percusión elástica,
que a salvar las alturas nos impelen
en una sin cesar marcha gimnástica;
¡anhelación de ser, marchas que suelen
rematar en la púrpura dinástica!…
¡no te duermas, por Dios; no hagas tu nido
en el vil escalón donde has nacido!

XIII

Yantar bien, dormir bien, es lo de menos;
pero soñar lo menos es afrenta;
no es digno del dolor romper los frenos
tan solo por la vianda suculenta;
delante de un redil de vientres llenos
¡prefiero yo la humanidad hambrienta!…
sueñan los grandes monstruos directrices
en un mundo bestial…¡sin infelices!

XIV

Genios de la igualdad, por cobardía,
o piratas protervos de alto bordo,
que quisieran un mundo sin porfía,
sin el pater familia, como el tordo;
mundo como el edén, pura ambrosía
hombre cual un rufián, feliz y gordo…
¡no desarrollan genio las mujeres,
porque sin gran dolor tienen placeres!

XV

¡Dolor, santo dolor; sol iracundo
que a las almas estólidas caldea;
que tortura a las fibras de lo inmundo
hasta que se hacen leña y se hacen tea!
¡Padre de lo mejor, amo del mundo;
generador supremo de la idea;
draga de remoción; llama expiatoria
que convierte las pústulas en gloria!

XVI

Odio por lo tranquilo y uniforme,
y ansia de otro nivel y de otro aspecto;
fiebre de perfección en lo deforme,
y hambre de superluz en lo perfecto;
soberbias de Luzbel; vacío enorme
en el alma sombría del insecto…
eso requiere Dios, para sus planes:
angustias de Satán…¡somos satanes!


Pedro Bonifacio Palacios, Almafuerte



San Justo, Argentina, 13 de mayo de 1854 - La Plata, Argentina, 28 de febrero de 1917), poeta argentino. Almafuerte Palacios nació en San Justo, provincia de Buenos Aires, en el seno de una familia muy humilde. Todavía niño, perdió a su madre y fue abandonado por su padre, por lo que fue criado por sus parientes.

Almafuerte es el pseudónimo con el que alcanzó mayor popularidad, aunque no fue el único que utilizó a lo largo de su vida. Su primera vocación fue la pintura, pero, como el gobierno le niega una beca para viajar a Europa a perfeccionarse, cambia su rumbo y se dedica a la escritura y la docencia. Ejerció en escuelas de la Piedad y Balvanera. Poco después se trasladó a la campaña y fue maestro en Mercedes, Salto y Chacabuco. A los 16 años de edad dirige una escuela en Chacabuco; dónde, en 1884, conoce al entonces presidente Domingo Faustino Sarmiento. Tiempo después es destituído por no poseer un título habilitante para la enseñanza, pero muchos afirman que en realidad fue por sus poemas altamente críticos para con el gobierno.

En los pueblos donde ejerció la docencia, también alcanzó notoriedad como periodista polémico y apasionado, poco complaciente con los caudillos locales. Luego de dejar la enseñanza obtiene un puesto dentro de la Cámara de diputados de Buenos Aires, y más tarde bibliotecario y traductor en Dirección General de Estadística de esta provincia. En 1887, se traslada a La Plata e ingresa como periodista en el diario El Pueblo. En 1894 retoma su actividad docente en una escuela de la localidad de Trenque Lauquen, pero nuevamente es retirado por cuestiones políticas dos años más tarde. A comienzos del siglo XX participa un poco de la actividad política, pero a causa de su inestabilidad económica y de que es reacio a aceptar un cargo político, ya que criticaba duramente a quienes vivían a expensas de los impuestos de la gente, no lo hace con mucho entusiasmo. Al final de su vida, el Congreso Nacional Argentino le otorgó una pensión vitalicia para que se pudiera dedicar de lleno su actividad como poeta. Sin embargo no pudo gozar de ella; el 28 de febrero de 1917 falleció en La Plata (Buenos Aires), a la edad de 63 años.


José María Souvirón

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¿Por qué no has sido tú?

Todo lo que he buscado se halla en ti,
y sé que estás dispuesta a quererme, si yo
tiendo un poco mi mano hacia tu mano.

Cuando estaba con otras
cerca de ti, queriéndolas,
entrabas hasta el fondo de mi alma
calladamente, pero con dominio,
y allí te establecías, olvidada y presente.

Antes, pasaste a veces por mi lado
y yo pensaba, aunque no lo quería,
que eras tú la que yo debía haber amado,
la que guardaba los tesoros
que yo, gozoso y torpe, buscaba en otras minas.

Ahora sigues presente
pero ya no me atrevo. He malgastado tanto
tu impaciente silencio, tu ternura encerrada,
tu carne, que esperaba no sabemos qué brotes
de primavera retrasada y dulce...
Si te dijera que te quiero
no te diría bastante,
y quizá este mundo de cristal y de luz
que has ido edificando sobre mi indiferencia,
se caería de golpe, dejándonos a oscuras.

No sabrías decírmelo,
ni yo a ti. Solamente
un prodigio violento
y un nuevo mundo abierto ante tanta esperanza...
¡Oh, qué rabia tardía!
Por qué no has sido tú?

Rápida plenitud

Tu novedad, tu pura novedad
es lo que me concilia con el mundo.

Aquí está mi pasado, en este instante,
todo hecho presente y asumido
por esa novedad que tú me traes.

Porque me has hecho nuevo para ti,
y todo lo anterior, todo lo huido
se vivifica ahora en tu presencia.

¿No es este árbol de esta noche el árbol
hecho con todos los que vi sin ti?
¿No es la brisa que pasa por tu lado
la brisa de mi infancia, que ha seguido
corriendo para estar junto a nosotros?

Pasan los años, pero el tiempo queda
y ahora estoy contigo en mi pasado,
y ya está aquí tu vida hecha presente.
Un presente fugaz que se renueva
con certidumbre de mantenimiento.

Calla. Escucha la noche. Oye los mundos.
Mira esas luces. Huele a primavera.
Nada más que este instante prolongado,
toda mi vida aquí con tu alegría.
O con tu pena, que me da lo mismo.

Y ahora, adiós, es hora de que partas.
Hasta luego, o quizá hasta. mañana.
Ahora el mundo está bien. Ya puedes irte.
Ya esto ha sido vivir. Esto es vivir.

He soñado que estabas a mi vera...

He soñado que estabas a mi vera
y que tenías tus manos en las mías;
ya no recuerdo lo que me decías,
pero era dulce oírte, compañera.

Me mirabas de amor, con la sincera
clara mirada de los bellos días
y se iban enredando mis poesías
en el perfume de tu cabellera.

Era tan dulce oírte, y era tanta
la maravilla de tu voz serena,que,
al sentir mi soñar desvanecido,
me desperté con llanto en la garganta,
y las carnes doliéndome de pena,
y el corazón doliéndome de olvido.


José María Souvirón

Estudia el bachillerato con los jesuitas en el colegio de El Palo, y Derecho en la Universidad de Granada. También siguió la carrera de Filosofía y Letras. Fue muy amigo de Pablo Neruda, con quien trabajó en la revista Caballo Verde para la poesía. Vivió mucho tiempo fuera de España, en París, donde se encontró al llegar en 1931 con Manuel Altolaguirre y donde conoció a su futura esposa, desde el año 1941, en Chile, donde Souvirón fue catedrático de Literatura en la Universidad Católica de Chile y director de la editorial “Zig-Zag” . se radicó en Santiago de Chile hasta el año de 1953 y finalmente regresó a España donde se dedicó a colaborar de lleno con varias revistas e Institutos de Cultura Hispánica.

Quizá fue el afán por ser honesto consigo mismo y con los demás lo que le llevó repetidamente a situarse casi estratégicamente en la frontera de las situaciones más conflictivas, en las atalayas desde donde no se enturbiaba una visión de la realidad que se pretendía ecuánime. No en vano advierte con la melancolía del visionario que sus juicios son el fruto tanto de la lectura como de la observación durante muchos años de trabajo. Falleció en 1973.

Carta de Beethoven a una niña de 8 años

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Carta que escribió Beethoven a Emilia, una niña de 8 años, que había escrito en secreto al genio para decirle que su música la hacía feliz. Con la carta, también le envió una cartera, que ella misma había hecho.

Toeplitz, 17 de Julio de 1812.

¡Mi querida y buena Emilia, mi querida Emilia!:

Mi respuesta a tu carta llega tarde; un cúmulo de ocupaciones y mi persistente indisposición me excusan. Mi presencia aquí para el restablecimiento de mi salud prueba la veracidad de mis excusas. -No arranques a Haendel, Haydn y Mozart su corona de laurel; les pertenece a ellos y no a mí todavía-. Guardo tu billetera entre otras señales de la estima que me han demostrado otras personas, y que todavía no merezco.

Continúa, no ejercites tan sólo tu arte, sino penetra en su intimidad; él lo merece, pues sólo el arte y la ciencia elevan al hombre hasta la divinidad. Si alguna vez deseas alguna cosa, mi querida Emilia, escríbeme con toda confianza. El verdadero artista no tiene orgullo; bien sabe que el arte no tiene límites; siente oscuramente hasta qué punto está alejado de su objetivo, y mientras otros, puede ser, le admiran, deplora no haber llegado todavía ahí donde su genio mejor brilla para él como un sol lejano.

Posiblemente iría gustoso a tu casa, con los tuyos, que a las casas de muchos ricos en las que se adivina la pobreza de su espíritu. Si voy alguna vez a Hamburgo, iré a tu casa con los tuyos. No reconozco en ningún hombre otro signo de superioridad más que la bondad. -Ahí donde la encuentro, ahí está mi hogar-.

Si quieres escribirme, querida Emilia, dirige tu carta aquí, donde pasaré algunas semanas todavía, o bien a Viena; es lo mismo. Considérame como tu amigo y el de tu familia.

Ludwig van Beethoven

Cartas de Jorge Luis Borges a Roberto Godel

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Jorge Luis Borges y Roberto Godel, se conocieron hacia 1909. Sus casas estaban separadas por apenas unas cuadras, en el barrio de Palermo. Ambos comienzan el secundario en el Colegio Nacional Manuel Belgrano. Amigos desde la infancia. En 1914,la familia de Borges parte a Suiza hasta 1921, tiempo durante el cual un joven Borges y Godel mantendrán una airada correspondencia.


Ginebra, Suiza.

Querido amigo:

He recibido tu carta fechada 2 de febrero. Te mando mi pésame por la muerte de tu abuelito. Aquí yo ando bastante bien, aunque siempre con ganas de volver a Buenos Aires. He dado mis exámenes de medio año y el profesor me dijo que a pesar de haber haraganeado seis meses, veía que había hecho un esfuerzo prodigioso y he sacado muy buenas notas. Aquí, como en Buenos Aires, todos odian a los alemanes o “bosches” como los llaman. En mi clase hay un muchacho de Alsacia- Lorena. Dice que los alemanes obligaron a su familia y a él a dejar el país. Por eso se ha venido a Ginebra. Hay en Suiza también una cantidad de refugiados belgas. Ginebra es el centro de la Cruz Roja. Bueno, basta de política. Mi hermanita, de tanto hablar francés, se confunde a cada rato hablando español y pone palabras francesas. Hace unas semanas, nevó y toda la calle quedó blanca. Era lo más lindo. Aquí en Ginebra no hay trineos pero en Friburgo, una ciudad en que hemos pasado unos días, los usan y los caballos llevan cascabeles en el pescuezo. Bueno, che, adiós. Saludos a tu familia y recibí un apretón de manos de tu amigo

Jorge L. Borges

P.D.: En Suiza son tan ignorantes sobre la R. Argentina que mi maestro me preguntó si yo había visto indios patagones y se quedó admirado cuando le dije que en mi país no había “enormes bandas de chevaux libres”...
¡Date cuenta!
Te mando estos versos “macaneados”

I I
Querido amigo Godel
ya tu carta he recibido
y veo ahí muy complacido
que has pasado al 3er. año
subiendo como Catáneo
hasta que llegues, amigo
a ser doctor archi-vivo
con hopalanda de paño.

I II

Montado en tu bicicleta
tu atraviesas la campaña
llevando con furia y zaña
el Pampero por delante
mientras que yo, principiante
Se me cortó la furia poética.

CHAU.
__________________________________


Lugano, 1918

Mi querido amigo:

Acabo de recibir tu carta del 7 de setiembre y el recorte de “La Razón” por los cuales te agradezco mucho. Desde hace un mes nos encontramos en Lugano, en la Suiza italiana. Actualmente estoy estudiando con la intención de pasar mi examen de bachillerato en Francia, en el Midi o quizás en París. No esperamos más que el fin de la guerra (¡y no es poco, eh!) para irnos a Francia. Desde el punto de vista de la belleza pura, Lugano es una magnífica ciudad. El lago azul, las altas montañas formando un anfiteatro, la fila de edificios sobre el Quai, todo en fin. Y sin embargo, ¡oh compañero y hermano! estas bellezas no me inspiran más que spleen y hastío. Tú ni sueñas siquiera feliz habitante de tierras llanas, en la influencia deprimente que puede ejercer la proximidad de altos montes. Para expresarme fantástica y macaneadamente te diré que arrojan una sombra sempiterna sobre el espíritu, que cercan, oprimen, aniquilan, pulverizan, ahogan y aplastan.

Los luganenses me resultan antipáticos. Son italianos puros, guarangos, gritones, compadres. Al oírlos me parece que estoy en mi país. Las luganenses son muy morenas y muy cursis. Es una idiosincrasia pero a mí las morochas siempre me dan la idea de sucias. Sin duda pensarás que este malhumor mío ha de tener raíces hondas y desconocidas. Su explicación es sencillísima: he dejado en Ginebra una muchacha de la cual estaba empezando a enamorarme seriamente. Este viaje me ha obligado a romper bruscamente con ella. Siempre nos escribimos y yo le prometí estar pronto de retomo. Pero hablemos de otra cosa. Ayer he sido testigo de un pequeño incidente callejero. En una vidriera habían colgado un retrato más o menos idealizado del glorioso general Díaz. Se formó un grupo de gente. Una vieja desdentada y escuálida con facha alcahuetesca se detuvo ante la efigie heroica y exclamó: “Il nostro generale, quanto é bello!”...
Por hoy carissimo amici no tengo más que decirte. Me abruma un dolorazo de cabeza. Adiós y un apretón de manos de tu amigo tétrico.

Jorge Luis Borges

Poste Restante Lugano
__________________________


Palma de Mallorca
España - 1920

Salve, querido hermano!

No lograrás imaginarte la alegría que me produjo tu carta, que me ha encontrado en la sierra, en Valldemossa, donde he venido a pasar unos quince días, robinsoniano y solo. De Buenos Aires tengo unas veinte o treinta impresiones visuales en la cabeza y nada más. En compañía tuya descubriré otra vez América, recorreré los familiares parajes, veré todo con el ángulo de visión distinto de 20 años. Será una cosa rara para mí. Por el momento y aguardando mi éxodo a esa lejana tierra de promisión, aquí me tienes apoyado en un fatalismo más o menos ecuánime. Como el año pasado, hago largas caminatas por las montañas, leo mucha literatura moderna española, y compagino poemas, artículos y traducciones para Grecia que ha dado un notable brinco y aparece ahora en Madrid. Creo que tal vez juzgas con demasiada serenidad al ultraísmo. Lo que deseamos los ultraístas (y en los números más recientes de Grecia ya se destaca esta intención) es crear poesía enteramente sincera exenta de barroquismos y de retórica, es erigir cada uno de nosotros, sobre la realidad sensorial y tangible que nos rodea, una realidad más alta del espíritu. Claro que es muy difícil realizar este programa que acabo de esbozarte en cinco o seis líneas y a grandes rasgos ¡Es tan difícil adquirir esa visión desnuda y nueva de las cosas, esa visión sin reminiscencias y sin literatura ajena!

En punto de vida sentimental, nada, absolutamente nada. Aquí no conozco ninguna chica y las dos o tres muchachas ginebrinas que solían mantener correspondencia conmigo ya se han cansado y me han abandonado. Yo encuentro que han obrado lógicamente. La semana que viene llegan unas chicas al pueblo, a la misma casa donde yo paro. Veremos si resulta algo. El tiempo aquí exasperadamente caluroso. Anoche se declaró un incendio en una montaña sobre la costa. Diez mil pinos ardieron. Era una cosa imponente ver aquel cinturón de llamas alrededor del monte y reflejándose en el mar. Ya van unas quince horas y aún no logran detener el fuego.

Muchos saludos a tu familia.
Jorge Luis Borges te abraza largamente