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José María Souvirón




¿Por qué no has sido tú?

Todo lo que he buscado se halla en ti,
y sé que estás dispuesta a quererme, si yo
tiendo un poco mi mano hacia tu mano.

Cuando estaba con otras
cerca de ti, queriéndolas,
entrabas hasta el fondo de mi alma
calladamente, pero con dominio,
y allí te establecías, olvidada y presente.

Antes, pasaste a veces por mi lado
y yo pensaba, aunque no lo quería,
que eras tú la que yo debía haber amado,
la que guardaba los tesoros
que yo, gozoso y torpe, buscaba en otras minas.

Ahora sigues presente
pero ya no me atrevo. He malgastado tanto
tu impaciente silencio, tu ternura encerrada,
tu carne, que esperaba no sabemos qué brotes
de primavera retrasada y dulce...
Si te dijera que te quiero
no te diría bastante,
y quizá este mundo de cristal y de luz
que has ido edificando sobre mi indiferencia,
se caería de golpe, dejándonos a oscuras.

No sabrías decírmelo,
ni yo a ti. Solamente
un prodigio violento
y un nuevo mundo abierto ante tanta esperanza...
¡Oh, qué rabia tardía!
Por qué no has sido tú?

Rápida plenitud

Tu novedad, tu pura novedad
es lo que me concilia con el mundo.

Aquí está mi pasado, en este instante,
todo hecho presente y asumido
por esa novedad que tú me traes.

Porque me has hecho nuevo para ti,
y todo lo anterior, todo lo huido
se vivifica ahora en tu presencia.

¿No es este árbol de esta noche el árbol
hecho con todos los que vi sin ti?
¿No es la brisa que pasa por tu lado
la brisa de mi infancia, que ha seguido
corriendo para estar junto a nosotros?

Pasan los años, pero el tiempo queda
y ahora estoy contigo en mi pasado,
y ya está aquí tu vida hecha presente.
Un presente fugaz que se renueva
con certidumbre de mantenimiento.

Calla. Escucha la noche. Oye los mundos.
Mira esas luces. Huele a primavera.
Nada más que este instante prolongado,
toda mi vida aquí con tu alegría.
O con tu pena, que me da lo mismo.

Y ahora, adiós, es hora de que partas.
Hasta luego, o quizá hasta. mañana.
Ahora el mundo está bien. Ya puedes irte.
Ya esto ha sido vivir. Esto es vivir.

He soñado que estabas a mi vera...

He soñado que estabas a mi vera
y que tenías tus manos en las mías;
ya no recuerdo lo que me decías,
pero era dulce oírte, compañera.

Me mirabas de amor, con la sincera
clara mirada de los bellos días
y se iban enredando mis poesías
en el perfume de tu cabellera.

Era tan dulce oírte, y era tanta
la maravilla de tu voz serena,que,
al sentir mi soñar desvanecido,
me desperté con llanto en la garganta,
y las carnes doliéndome de pena,
y el corazón doliéndome de olvido.


José María Souvirón

Estudia el bachillerato con los jesuitas en el colegio de El Palo, y Derecho en la Universidad de Granada. También siguió la carrera de Filosofía y Letras. Fue muy amigo de Pablo Neruda, con quien trabajó en la revista Caballo Verde para la poesía. Vivió mucho tiempo fuera de España, en París, donde se encontró al llegar en 1931 con Manuel Altolaguirre y donde conoció a su futura esposa, desde el año 1941, en Chile, donde Souvirón fue catedrático de Literatura en la Universidad Católica de Chile y director de la editorial “Zig-Zag” . se radicó en Santiago de Chile hasta el año de 1953 y finalmente regresó a España donde se dedicó a colaborar de lleno con varias revistas e Institutos de Cultura Hispánica.

Quizá fue el afán por ser honesto consigo mismo y con los demás lo que le llevó repetidamente a situarse casi estratégicamente en la frontera de las situaciones más conflictivas, en las atalayas desde donde no se enturbiaba una visión de la realidad que se pretendía ecuánime. No en vano advierte con la melancolía del visionario que sus juicios son el fruto tanto de la lectura como de la observación durante muchos años de trabajo. Falleció en 1973.

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