Pendiente del amor
Yo rodaba a tu suerte por la ladera abajo,
éramos un ovillo, una hoguera encendida;
dos cuerpos que rodaban desnudos hacia el valle,
carne fresca y elástica que el amor había herido.
Recuerdo que las risas no nos importunaban,
ni las zarzas que ansiaban dejar huella en tu muslo.
No importaba la luna, monedita de plata,
ni el cri cri de la noche con mil grillos despiertos.
Yo te amaba a mis anchas, porque así lo pedías,
eras dona en su juego, danzarina imprevista;
carne prieta y rotunda que abrasaba mis manos
o, de pronto, tigresa con sombras a la espalda.
"Ven aquí", te decía navegando en tu hondura.
"Ven aquí", cuando tu alma me mordía en la boca.
"Estos brazos tan bellos no podrán retenerme"
y más firme ceñías contra mí tus caderas...
En la noche de agosto, cuando Virgo es quien rige
dos cuerpos enlazados la floresta perfuma...
Arriba las ruinas son emblema emisario
de un amor que se sueña ser eterno en el tiempo.
There she goes...
Mi amor va a la deriva como un barco sin rumbo;
su corazón heridas, sin par, lleva marcadas...
Mi amor se va alejando de sus horas gastadas
y alivio busca sola por los puertos del mundo.
Qué estela tan amarga va dejando en mi vida
su celeste congoja, que curar quise en vano;
no pude retenerla, se soltó de mi mano
y a su destino corre, sin que yo se lo impida.
"Matamos lo que amamos", le recordé algún hora;
"no hieras con tu daga mi pobre pecho inerme",
pero siguió en su lance, queriendo o sin quererme,
hasta romperme el alma, por donde sufre agora.
Adiós, amor, le ha dicho mi corazón maltrecho;
adiós, aguardan tiempos de oscuro desconsuelo:
tú te marchas y, airosa, ya has levantado el vuelo,
yo me quedo escondiendo esta herida en mi pecho.
éramos un ovillo, una hoguera encendida;
dos cuerpos que rodaban desnudos hacia el valle,
carne fresca y elástica que el amor había herido.
Recuerdo que las risas no nos importunaban,
ni las zarzas que ansiaban dejar huella en tu muslo.
No importaba la luna, monedita de plata,
ni el cri cri de la noche con mil grillos despiertos.
Yo te amaba a mis anchas, porque así lo pedías,
eras dona en su juego, danzarina imprevista;
carne prieta y rotunda que abrasaba mis manos
o, de pronto, tigresa con sombras a la espalda.
"Ven aquí", te decía navegando en tu hondura.
"Ven aquí", cuando tu alma me mordía en la boca.
"Estos brazos tan bellos no podrán retenerme"
y más firme ceñías contra mí tus caderas...
En la noche de agosto, cuando Virgo es quien rige
dos cuerpos enlazados la floresta perfuma...
Arriba las ruinas son emblema emisario
de un amor que se sueña ser eterno en el tiempo.
There she goes...
Mi amor va a la deriva como un barco sin rumbo;
su corazón heridas, sin par, lleva marcadas...
Mi amor se va alejando de sus horas gastadas
y alivio busca sola por los puertos del mundo.
Qué estela tan amarga va dejando en mi vida
su celeste congoja, que curar quise en vano;
no pude retenerla, se soltó de mi mano
y a su destino corre, sin que yo se lo impida.
"Matamos lo que amamos", le recordé algún hora;
"no hieras con tu daga mi pobre pecho inerme",
pero siguió en su lance, queriendo o sin quererme,
hasta romperme el alma, por donde sufre agora.
Adiós, amor, le ha dicho mi corazón maltrecho;
adiós, aguardan tiempos de oscuro desconsuelo:
tú te marchas y, airosa, ya has levantado el vuelo,
yo me quedo escondiendo esta herida en mi pecho.
José Lupiáñez
Poeta español nacido en La Línea, Cadiz, en 1955. Inició estudios de Filosofía y Letras en Barcelona licenciándose luego en Filología Hispánica por la Universidad de Granada. Ha participado en numerosos libros colectivos, recibiendo además una beca de Creación del Ministerio de Cultura para escribir su libro «Número de Venus» publicado en 1996.
Su poesía, traducida a varios idiomas, ha sido galardonada con los premios Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Luis de Góngora y el I Premio Nacional de Poesía Emilio Prados, entre otros.
«Ladrón de fuego» publicado en 1975, fue su primera obra, seguida luego por «Río solar» en 1978, «El jardín de ópalo» en 1979, «Amante de gacela» en 1980, «Música de esferas» en 1982 y «Arcanos» en 1984. Con posterioridad han visto la luz, «Puerto escondido» en 1998, «La verde senda» en 1999, y más recientemente «El sueño de Estambul» y «Petra» en 2004.
1 comentario:
Que bello.. sabes que siempre me da un gusto tremendo visitarte amiga..
Acariciar la mañana con tu poesía, es hermoso...
Un abrazo
Saludos fraternos..
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